Esta práctica era anterior a la conquista española e incluso anterior al imperio Inca. Los pueblos de la región utilizaban principalmente algodón para tejer mantas; posteriormente, durante el incario, se utilizó lana de llama. Con la llegada del telar y torno español, la producción textil adoptó un fin industrial. Durante la colonia, esta producción se centró en los obrajes, donde se trabajaba en condiciones de explotación.
Después de la abolición de los obrajes, los pueblos de Otavalo continuaron con el trabajo textil, como un oficio familiar. El proceso de elaboración de textiles era complejo, y comprendía desde el lavado de la lana, el cardado, el hilado y la aplicación de tintes hasta el tejido.