Anualmente existían festividades que combinaban tradiciones locales y prácticas católicas. Estas incluían procesiones: eventos que mezclaban elementos culturales, vestimenta y expresiones musicales. Una de las procesiones era la de Corpus Christi, que se realizaba el primer jueves después de Pentecostés.
Esta procesión estaba liderada por la custodia, cubierta y acompañada de cánticos religiosos. Los danzantes tocaban música con rondines, flautas y tambores. Las mujeres portaban cirios decorados con flores coloridas; junto a ellas, marchaban los sahumeriantes. En la procesión participaban el prioste y su esposa, que llevaba una cruz envuelta en un manto rojo. La pirotecnia cerraba el cortejo.
Se hacían cuatro paradas en las que los participantes se arrodillaban ante la custodia para recibir la bendición. Al final, la procesión regresaba a la iglesia para la última plegaria, seguida de bailes en la plaza y festines.